En un instante me doy cuenta, finalmente puedo ver la naturaleza en la ciudad, de todos. Es la suficiente, como para evidenciar la fragmentación del ser humano con el resto del universo. Toda la vida he estado inmerso en ríos de asfalto, entre árboles de concreto y soles de cristal. Contemplando mi ciudad como algo normal; caminarla entre nieblas de humo toxico, rugidos y cantos de animales metálicos; herméticos van desbocados sobre una misma línea que llega a la ciudad, de todos y de nadie. Nuestro lugar de llegada, donde la naturaleza es suciedad, donde sus sinuosas curvas se esconden bajo el cemento horizontal; se retuercen en busca de libertad. Ese instante de lucidez fue suficiente para parar y encontrar este lugar, la ciudad, de todos…
Dejo en postales los recuerdos de mi llegada.
